Cuando mi cicloesposo y yo decidimos tener descendencia sabíamos que llegaría un día en el que entrarían en el mundo del ciclismo, les costara más o menos. Lo que no sabía es lo que me costaría a mí. Y caray si me está costando ¡una pasta!
Yo que me crié con una BH azul, heredada de mi hermana mayor y que aún usa mi padre para ir a por el pan, pensaba que esto era algo así como el atletismo: salir a correr y ya.
¡Qué equivocada estaba!.
Fue llegar el primer día a la escuela de ciclismo sentirme como la protagonista de Gambito de Dama con los zapatones de cordones a la que todas las niñas miraban. Salvo que los peones eran mis niños y los zapatones dos bicicletas del Decatlon heredadas de sus primos. “Mecagüenlaleche, marido, que damos la nota en medio de tanto biciletón; que estos críos han tenido que sacar matrícula de honor desde la guardería para que sus padres les hayan comprado una bici que vale medio sueldo mío, mejor era esquiar”. Pero a él pareció no importarle y me respondió no sé qué de que lo importante es que los niños tengan motor. Si claro, sólo me faltaba comprarles bici eléctrica.
Así que la semana siguiente, mientras estaba en las videoconferencias del curro poniendo cara de interesante, me metía en Wallapop a buscar alguna bicicleta, si no mejor, al menos más aparente. Pero lo que no sabía es que aquello sólo acababa de empezar.
Segunda semana:
“Vamos a comprar equipación para los chavales, quien quiera que se apunte”. Claaaro que sí! Yo en plan Pantoja me apunto la primera porque mis niños no van a ser menos. Maillot de invierno, de verano, culotte corto y uno largo, ale. “Son 160€” “¿Los dos niños?” “No, cada uno” (Pongo sonrisa de medio lado y guiño un ojo para que quede constancia de que mi comentario había sido una broma). Continúa el buen hombre “Nos ha salido muy barato porque lo patrocina una clínica”. Ah, vale, entonces no hay más que hablar, que si me sacan el otro riñón tengo descuento, ¿no? Qué digo yo, que los míos iban como patrocinados por Artengo e iban tan contentos.
Bueno, pues ya tenemos la bici, la ropa… ale, a dar pedales.
Tercera semana:
“Que vamos a apuntar a los chavales a las carreras. Son 49€ la licencia”. Yo ya no sabía si estaba en la escuela de ciclismo o en el Marco Aldani donde lavar y cortar son 20€ y entre el champú, el acondicionador, la mascarilla y el nosequé acabas saliendo por el precio de una peluquería con estilo. Así que ahí me planté. Me planté porque seguro que cada carrera venía con sorpresa como los kinder y yo ya tengo bastante con llevarles y traerles cada semana mientras el padre se va con la grupeta a subir puertos. Que si yo sé esto les apunto a esquiar, que les prestan la ropa y el equipo, van una vez al año y, por si fuera poco, me quedo diez días en casa, sola y como una reina.
Por cierto, vendo BH azul de 1980, modelo vintage.
Globera Consorte