Cada vez que Mikel Landa anuncia un intento de asalto de un podio en una gran Vuelta, la afición ruge. Es cierto que hay detractores, porque el 100% de unanimidad no existe prácticamente en nada (y de hecho sería muy aburrido así), pero la afición le espera con ansia.
Cada vez que Enric Más afirma estar en posición de afrontar una general con garantías, sus detractores rugen. Que si ya está este metiendo ruido, que si es un chuparruedas… De hecho, un aficionado, en actitud futbolesca aprovechó su minuto de gloria para llamar “paquete” al corredor de Movistar tras la finalización de una etapa de la pasa edición de la Vuelta con el consecuente revuelo mediático que todos conocemos.
Lo cierto es que, si analizamos los resultados en los últimos años de Mas y de Landa, parece probable creer que el mallorquín lo ha hecho mejor en el cúmulo de participaciones en Grandes Vueltas con 3 segundos puestos, dos quintos y un sexto entre Tour y Vuelta desde 2018 frente a un tercero, dos cuartos, un sexto y un séptimo entre Tour y Giro desde el mismo año para el alavés.
Pero la afición prefiere a Mikel Landa. Muchos se declaran “Landistas”, fieles propagadores del “Landismo”. ¿Por qué? La principal razón que me viene a la cabeza es que el vasco nunca se queda con la duda. Ataca a sabiendas de que puede perder lo mantenido hasta entonces. A Enric Mas, en cambio, es raro verle arrancar si no está seguro de que vaya a generar un desfallecimiento en su principal adversario. Es decir, la sensación es que la gente prefiere que el corredor se arriesgue a perder un segundo o tercer puesto en una general a cambio de verle aferrarse a un podio y reste espectáculo, como ha ocurrido estos dos últimos años con los segundos puestos de Enric en la Vuelta.
La duda es: ¿Es esto rentable para un equipo? Es decir, ¿conviene tener contenta a la afición con ataques, en muchos casos desesperados, a cambio de perder la foto final en el podio? Para el espectador parece que sí, pero no parece claro que eso sea de interés para una marca.
También puede ser cierto que al escalador mallorquín se le crea capaz de ganar una Gran Vuelta y que por tanto el segundo puesto parezca un premio menor mientras que la sensación que puede producir el alavés es que, aun no teniendo el rol de favorito se convierte en gran animador de la carrera, y eso es sinónimo de espectáculo y de aprobación popular.
Otro factor importante del desempate entre ellos puede que venga marcado por el origen de ambos. En Mallorca, el ciclismo se practica, porque la orografía y el clima lo permite, de hecho, es uno de los lugares más deseados para la práctica de la bicicleta pero en el País Vasco, el ciclismo es una religión. En este caso, la afición vasca, huérfana de un gran ídolo desde quizás la época de Iban Mayo tiene en el alavés a su gran estandarte.
Lo cierto es que este debate, no es de ahora. Desde hace años, se puede interpretar entre muchos aficionados que el palmarés es el de Miguel Indurain, la estrategia (“Luxemburgos” aparte), la de Perico, pero la clase, fue la del “Chava” Jimenez, capaz de dar su mejor y peor versión casi de un día para otro. Pero era él quien levantaba al público.
En fin, divagaciones aparte, lo que si considero es que tanto Enric Mas como Mikel Landa son necesarios en nuestro ciclismo, cada uno en su manera de entender este deporte. Y que aún les queda cuerda para que celebremos sus victorias y por fin, se pueda decir que Enric Mas sí y, Mikel Landa…también.