Si sigues el ciclismo profesional desde hace unos años, habrás oído hablar del Pasaporte Biológico del Atleta (ABP). Más allá de ser un nombre técnico, se trata de uno de los avances más importantes en la lucha contra el dopaje desde la década de los 2000. Pero, ¿cómo funciona exactamente? ¿Qué mide? ¿Y por qué se considera más eficaz que las pruebas antidopaje tradicionales?
En este artículo desglosamos el sistema que ha transformado la forma en que se controla la integridad en el pelotón, con un enfoque claro, realista y sin tecnicismos innecesarios.
Más allá de las “dianas”: el dopaje se detecta por sus huellas
Las pruebas antidopaje clásicas buscan una sustancia prohibida en una muestra de orina o sangre: si está, se sanciona. Pero este método tiene un gran problema: los dopadores aprenden a evitar que esas sustancias aparezcan en las pruebas —por ejemplo, usando microdosis o técnicas como las transfusiones autólogas.
El Pasaporte Biológico da la vuelta a este enfoque. En lugar de buscar «qué sustancia ha tomado», busca «qué cambios anormales ha dejado en su cuerpo». Se basa en una idea sencilla pero poderosa: cada ciclista tiene un perfil biológico único. Si ese perfil se altera de forma inusual y persistente en el tiempo, es una señal de alarma.
Tu cuerpo, tu historial: el corazón del sistema
El ABP no compara tus valores con los de otros ciclistas. Tu propio cuerpo es tu referencia. Desde que entras en el programa, se van tomando muestras de sangre (y orina) de forma regular, tanto en competición como fuera de ella.
Con esos datos, se construye una línea de base individual: ¿cuál es tu nivel habitual de hemoglobina? ¿Cómo fluctúan tus reticulocitos (glóbulos rojos jóvenes)? ¿Cuál es tu rango normal de testosterona?
Cuando aparece una desviación clara y estadísticamente significativa respecto a tu propio perfil —y no hay una explicación médica o fisiológica plausible—, se activa una alerta. Esto no es una sanción automática, sino el inicio de una investigación más profunda.
Lo que realmente se mide
El ABP se divide en tres módulos, aunque en el ciclismo el más relevante ha sido siempre el hematológico, orientado a detectar manipulaciones relacionadas con la sangre:
- Hemoglobina (Hb): proteína que transporta oxígeno. Valores anormalmente altos pueden indicar EPO o transfusiones.
- Reticulocitos (%): indican la producción reciente de glóbulos rojos. Un pico puede ser señal de que el cuerpo está respondiendo a una pérdida de sangre… o a una inyección de EPO.
- SCORE OFF: un índice matemático que combina Hb y reticulocitos para detectar manipulaciones con mayor sensibilidad que cualquiera de los dos por separado.
Más recientemente, se ha reforzado el módulo esteroideo, que analiza en orina (y ahora también en sangre) perfiles hormonales como la relación testosterona/epitestosterona o la proporción entre andrógenos. Y desde 2023, ha entrado en juego un tercer módulo: el endocrino, enfocado en el abuso de hormona del crecimiento.

¿Y si hay una explicación natural?
No todo lo anormal es dopaje. Aquí está la clave del sistema: el juicio lo emite un panel de tres expertos independientes, que analizan el caso de forma anónima y revisan todas las circunstancias.
¿Has estado entrenando en altura? ¿Has tenido una lesión o una operación reciente? ¿Tienes una variante genética que afecta tu metabolismo hormonal? Todo eso se tiene en cuenta.
Solo si los tres expertos coinciden en que no hay una causa médica plausible se considera que hay una violación del código antidopaje. Ahí es cuando el ciclista es notificado y puede presentar su defensa.
¿Realmente funciona?
Los datos sugieren que sí. Desde su introducción en el ciclismo en 2008, los valores extremos de marcadores sanguíneos (como reticulocitos muy bajos o muy altos) han desaparecido casi por completo del pelotón. Eso indica que los ciclistas han dejado de usar técnicas de dopaje más agresivas.
Además, el ABP ha servido para dirigir mejor las pruebas antidopaje: si un perfil es sospechoso, se prioriza al atleta para análisis más específicos, incluyendo reanálisis de muestras guardadas. Ha sido clave para detectar nuevas formas de EPO como la CERA, por ejemplo.
Y desde el punto de vista legal, la UCI no ha perdido ningún caso de ABP ante el TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo), lo que refuerza su validez como prueba.
Limitaciones y desafíos
El sistema no es perfecto. Factores como la deshidratación, el entrenamiento en altura o incluso el momento del día en que se toma la muestra pueden afectar los resultados. Por eso, los ciclistas deben declarar cualquier circunstancia relevante al dar su muestra.
También hay críticas logísticas: durante las grandes vueltas, la UCI no permite extracciones de sangre por su política de “no agujas”, lo que deja un vacío de datos justo en los momentos de mayor estrés fisiológico.
Conclusión: un sistema vivo, en constante evolución
El Pasaporte Biológico no es una prueba anticuada ni un castigo automático. Es un sistema dinámico, científico y personalizado, diseñado para evolucionar con la ciencia antidopaje.
Ha cambiado el juego: ya no basta con «no dar positivo en una prueba». Ahora, se trata de mantener una coherencia fisiológica a lo largo del tiempo. Y eso, en un deporte donde los márgenes de rendimiento son tan estrechos, marca la diferencia entre la integridad y la trampa.
Mientras siga avanzando —con nuevas biomarcas, inteligencia artificial y modelos predictivos—, el ABP seguirá siendo uno de los pilares más sólidos para proteger la esencia del ciclismo profesional.
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