La era Pogačar ha elevado el nivel del ciclismo a cotas nunca vistas… pero a qué precio.
El ciclismo moderno vive una revolución del rendimiento. Los datos, la nutrición milimétrica, el control del sueño y la planificación hiperdetallada han convertido al pelotón en una máquina de alto rendimiento casi inhumana. Pero detrás de los récords, las victorias y los watts perfectos, crece una preocupación silenciosa: ¿estamos empujando a los corredores hacia el agotamiento prematuro?
“Vive deprisa, muere joven”
En los últimos años ha crecido la inquietud en el seno del pelotón sobre el impacto de la hiperespecialización temprana en la duración de las carreras. Se estima que la vida media de un ciclista en el WorldTour ronda los 10 años, pero muchos temen que esta cifra se reduzca aún más en el futuro.
Quienes debutaron en la década pasada recuerdan una época en la que la nutrición no se medía en gramos por hora ni el sueño se desglosaba en fases REM. Hoy, en cambio, cada aspecto del rendimiento se cuantifica, ajusta y optimiza al extremo. Aunque estos avances han elevado el nivel general del pelotón, también han traído consigo una presión constante: el sueño, los entrenamientos y hasta los hábitos cotidianos están bajo análisis permanente. Detrás de los logros colectivos, algunos perciben un lado oscuro que podría estar acortando prematuramente las trayectorias de muchos corredores.

Ni siquiera los mejores están a salvo
Lo más inquietante es que ya no son solo los veteranos los que hablan de agotamiento. Incluso figuras en pleno apogeo reconocen los límites del sistema. Tras una temporada récord en 2025, uno de los principales líderes del pelotón admitió que el riesgo de agotamiento mental y físico es real, incluso para quienes dominan la competición.
Este fenómeno ya no afecta únicamente a corredores cercanos al final de sus carreras. Casos recientes de jóvenes talentos —algunos con apenas 23 años— han tenido que tomarse pausas forzadas por agotamiento, lo que pone en evidencia que la presión del entorno profesional puede superar incluso a los más preparados.
La vida bajo el microscopio
Hoy, cada aspecto de la vida de un ciclista profesional está bajo escrutinio. Los entrenamientos ya no se miden en “duro” o “fácil”, sino en kilojulios y TSS. Las comidas se planifican por macronutrientes y micronutrientes. Dormir mal una noche puede activar alertas en los dispositivos de recuperación. Y el descanso ya no es tal: muchos equipos ya están organizando campos de pretemporada apenas unas semanas después de la última carrera del año.
Algunos corredores han llegado a sacrificar momentos personales y familiares para mantener la rigurosidad exigida: desde llevar su propia comida a reuniones sociales hasta evitar contacto cercano con sus hijos durante periodos clave de competición. En muchos casos, incluso el descanso nocturno se convierte en una variable más a optimizar, separándose del resto de la familia para garantizar la calidad del sueño.
¿Más apoyo, pero más presión?
Paradójicamente, el ciclismo moderno también ofrece más herramientas para prevenir el agotamiento: nutricionistas, psicólogos, médicos y protocolos de recuperación avanzados forman ya parte del staff habitual de los equipos. Algunas estructuras han demostrado flexibilidad al permitir pausas temporales en carreras para que sus corredores recuperen el equilibrio físico y mental.
Sin embargo, la presión competitiva no cede. Con un pelotón más homogéneo y talentoso que nunca —gracias a la democratización del conocimiento y la tecnología—, los márgenes de error son mínimos. Jóvenes promesas irrumpen en el WorldTour siendo adolescentes y ya compiten por victorias. En este entorno, mantenerse en la élite exige un compromiso total, casi absoluto, que deja poco espacio para la vida fuera del ciclismo.
Un deporte mejor… ¿pero más corto?
El ciclismo actual es más limpio, más profesional y más sostenible en muchos sentidos. Los corredores disfrutan más de su oficio que en décadas anteriores. Pero las mismas herramientas que permiten mantener el pico de forma durante nueve meses al año podrían estar acortando drásticamente la vida útil de sus carreras.
La pregunta que queda en el aire es si esta cultura de optimización constante está construyendo campeones… o quemándolos antes de tiempo.
			
			
												
												
												
												
				
								
								
						
						
						
						