Si sigues de cerca el mundo del ciclismo profesional, habrás notado algo curioso: muchos de los mejores ciclistas del pelotón —incluidos nombres como Wout van Aert, Van der Poel o Demi Vollering— salen a correr incluso en plena temporada. Y no lo hacen a ritmos tranquilos: hablamos de 5 o 6 km a menos de 4 minutos por kilómetro, a pleno rendimiento.
Esto rompe con un viejo mito muy arraigado en nuestra comunidad: que correr es lesivo, inútil o contraproducente para los ciclistas. Pero si los mejores del mundo lo integran en su rutina diaria, ¿qué están viendo que nosotros no?
Más allá del cardio: el valor del impacto
El ciclismo, por su naturaleza no impactante, es excelente para el sistema cardiovascular, pero deja fuera una dimensión clave del entrenamiento: las adaptaciones óseas y hormonales que solo el impacto genera. Estudios han demostrado que los ciclistas de alto nivel tienen mayor riesgo de osteopenia u osteoporosis temprana precisamente por la ausencia de carga axial sobre los huesos.
Correr, aunque sea de forma moderada, estimula la densidad ósea, fortalece tendones y articulaciones, y activa vías hormonales que mejoran la recuperación y la resiliencia del tejido conectivo. Además, trabaja grupos musculares complementarios —como los estabilizadores del core, glúteos y flexores de cadera— que no se activan del mismo modo en la bici.
Eficiencia del tiempo: 30 minutos que suman
Para muchos de nosotros, el mayor obstáculo no es la motivación, sino el tiempo. Entre trabajo, familia y vida diaria, sacar dos horas para una salida en bici no siempre es viable. Aquí es donde el running brilla como aliado: media hora de carrera suave puede aportar beneficios fisiológicos significativos sin comprometer el volumen de entrenamiento en bicicleta.
A diferencia del entrenamiento de fuerza mal planificado —que sí puede generar fatiga residual negativa—, correr de forma progresiva y controlada no resta, sino que suma. No compite con tu rendimiento ciclista; lo complementa.
Cómo empezar sin lesionarse
La clave está en la progresión. Si no estás acostumbrado a correr, no se trata de imitar a Van Aert desde el primer día. Lo ideal es comenzar con combinaciones de caminar y trotar, en superficies blandas o senderos (trail running), usando zapatillas adecuadas y escuchando a tu cuerpo.
Objetivo: salir, moverte y regresar sin molestias. Si al día siguiente montas en bici y notas dolor en rodillas, tobillos o caderas, has ido demasiado lejos. El running debe ser una herramienta, no un lastre.
Integración semanal: una navaja suiza del deportista moderno
Imagina un día con viento huracanado, lluvia torrencial o simplemente sin ganas de montar en rodillo. Tener la opción de calzarte unas zapatillas y salir 30–40 minutos a correr te permite mantener la constancia, clave para cualquier mejora a largo plazo.
Como decimos a menudo en nuestro equipo: mejor poco todos los días que mucho de vez en cuando. Y correr, bien integrado, es una forma flexible, accesible y efectiva de cumplir ese principio.
Conclusión: menos miedo, más acción
Los ciclistas profesionales no hacen nada por azar. Si dedican minutos preciosos de su descanso en pleno Tour a correr, es porque saben que les reporta una ventaja real: fisiológica, preventiva y hasta mental.
Así que si eres ciclista de carretera, gravel o incluso triatleta, no descartes el running. Intégralo con inteligencia, respeto y progresión. Tu cuerpo —y tu rendimiento futuro— te lo agradecerán.
¿Ya corres? ¿O estás pensando en empezar? Cuéntanos tu experiencia en los comentarios.
