Oier Lazkano suspendido provisionalmente por anomalías en su Pasaporte Biológico



El ciclista español Oier Lazkano López ha sido suspendido provisionalmente por la Unión Ciclista Internacional (UCI) tras detectarse «anomalías inexplicables» en su Pasaporte Biológico del Atleta (ABP) durante los años 2022, 2023 y 2024. El comunicado oficial, emitido el jueves 30 de octubre, señala que el periodo bajo revisión coincide con las tres temporadas en las que Lazkano compitió con el Team Movistar, antes de fichar por Red Bull-Bora-Hansgrohe en 2025.

Lazkano, de 25 años, no ha corrido desde su participación en París-Roubaix en abril, a pesar de haber firmado un contrato de tres temporadas con su nuevo equipo. Considerado una de las grandes promesas del ciclismo español en carreras de un día, el vasco se proclamó campeón de España en ruta en 2023 y acumuló varias actuaciones destacadas en clásicas europeas.

Ni el propio ciclista ni sus antiguos y actuales equipos —Movistar y Red Bull-Bora-Hansgrohe— han emitido hasta el momento ninguna declaración al respecto.

Este caso se produce apenas dos días después de que la UCI anunciara una sanción de 20 meses para otro ex corredor de Movistar, el brasileño Vinicius Rangel Costa, sancionado por tres infracciones en el programa de localización (whereabouts) en un periodo de 12 meses. Rangel, que niega haber consumido sustancias prohibidas, atribuyó sus errores a dificultades con el idioma y la gestión del sistema de notificaciones.

El Pasaporte Biológico del Atleta es una herramienta clave en la lucha contra el dopaje, ya que monitorea marcadores biológicos a lo largo del tiempo para detectar indicios indirectos de manipulación fisiológica. Su gestión corre a cargo de la Agencia Internacional de Pruebas (ITA) y los casos se evalúan mediante un panel de expertos independientes antes de ser remitidos a la UCI para sanción.


Reflexión final: una sombra del pasado que creíamos superada

La noticia de la suspensión de Oier Lazkano no solo entristece por lo que representa para un talento joven y prometedor, sino porque nos retrotrae a una época oscura del ciclismo que muchos creíamos definitivamente enterrada. En los últimos años, el deporte ha avanzado en transparencia, controles más rigurosos y una cultura antidopaje más sólida. Sin embargo, casos como este nos recuerdan que la vigilancia constante sigue siendo necesaria, y que la confianza no puede reemplazar al control.

Que un corredor de la nueva generación —formado en un entorno supuestamente más limpio y consciente— aparezca vinculado a irregularidades biológicas rompe la ilusión de que el ciclismo había dejado atrás sus fantasmas. Más allá de la presunción de inocencia, este episodio deja una sensación de desencanto colectivo: no solo por el posible engaño, sino por la pérdida de credibilidad que arrastra consigo todo el pelotón, los equipos y el esfuerzo de quienes sí compiten con integridad.

Esperamos que el proceso siga su curso con total transparencia, y que, sea cual sea el resultado, sirva para reforzar, no debilitar, los cimientos éticos del ciclismo moderno. Porque sin confianza, ni las victorias más brillantes tienen sentido.

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